Me gustaría compartir el caso de Virginia Prieto una de las personas más activas y luchadoras con las que he tenido la suerte de trabajar.

Ella padece de artritis reumatoide, una enfermedad crónica y degenerativa, que los que la conocen saben que es tremendamente dolorosa y frustrante. Su vida transcurría de forma totalmente limitada, apenas podía salir de casa ni levantarse de la cama; además, padecía obesidad y tenía escasa movilidad y energía.

Los médicos le decían que viendo lo rápido que avanzaba la enfermedad llegaría un día no muy lejano en que quedaría postrada en una silla de ruedas. En ese momento, aquello parecía su inminente destino, pues hace solo unos años Virginia necesitaba ayuda para cualquier acción cotidiana sencilla como comer, peinarse, caminar… ya que sus articulaciones cada vez estaban más inflamadas y deformadas.

El punto de inflexión

Fue en ese momento cuando Vir cambió su mentalidad y decidió que no iba a resignarse a ese diagnóstico y que iba a luchar por cambiarlo; decidió que a pesar de los dolores iba a empezar a moverse y entrenar con el objetivo de ganar fuerza y, sobre todo, ganar salud e independencia.

Sabía que su relación con la comida no era positiva, que comía por emociones sin ningún criterio ni control y que su composición corporal no era la adecuada; sin embargo, no conocía el poder terapéutico de la alimentación. Decidió empezar a cuidar su alimentación y empezar a quererse más a sí misma y a su cuerpo porque en ese momento mirarse al espejo era un obstáculo más en su vida.

Nuevos hábitos, nueva vida

La alimentación y el entrenamiento han sido los pilares sobre los que Vir ha construido una nueva versión de sí misma que se despierta cada día con ganas de mirar su reflejo, compartir su vida y entrenar rodeada de un entorno que la hace feliz y la hace crecer.

No ve en la comida una vía para llenar vacíos, sino una medicina natural que la hace sentirse cada día con más energía, con mayor salud y mejor autoestima, porque sabe que es capaz de tomar la responsabilidad y las riendas de su salud y sus decisiones. Y cada vez que come lo hace sin culpa, con naturalidad y felicidad.

No solo puede peinarse o comer sola, sino que puede caminar durante horas y entrenar más que cualquier deportista. Es fuerte, ella lo sabe y todo el mundo que la rodea es capaz de notar esa aura de persona que ha superado (y supera cada día) todos los obstáculos de su enfermedad y de todas las trabas infundadas acerca de lo que no podría hacer. 

A Vir no hay barrera que la frene porque ella lo ha decidido así y trabaja cada día para que eso nunca vuelva a cambiar. Gracias por dejarme compartir tu experiencia como un equipo.